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Existen pocos en el mundo que estén seguros de su existencia, pues su trono ha estado vacío durante un tiempo ya que no hay ningún culto que lo represente. Pero hay quienes pronto descubren que levantarse de la cama cada mañana cada vez es más difícil, que nada vale la pena en la vida y que todo esfuerzo es simplemente inútil. En esa derrota invisible no se produce ningún baño de sangre o experiencia digna de pesadilla. Las cosas y la gente, tal y como es sabido, a veces dejan de funcionar.
Entre los Siete Lores, Belfagor es el que gobierna el pecado más intangible. Encarna la fuerza que echa para atrás, patrón de la tarea que nunca será terminada.
Así pues, su cuerpo y sus rasgos son más el resultado de suposiciones que de descripciones reales. Muy pocos han encontrado los rituales borrados por el paso del tiempo que ilustran cómo invocarle, e incluso son menos los que llaman su atención, rompiendo durante un instante su total indiferencia. Siempre se manifiesta ante ellos con un cuerpo que no tiene nada que ver con el original, imposible de mover. Los demonólogos hablan acerca de una doncella delicada con los ojos entrecerrados, siempre postrada o enfrascada en el acto de descansar. Una criatura que apenas responde las preguntas dirigidas a ella y que, con la ambigüedad de sus silencios, solo deja falsedades a aquellos que la han invocado.
Pero ella no es más que un títere.
Este es el pecado de la abulia, una apatía que lleva a posponer toda acción necesaria y que prefiere la inmovilidad ante todos los demás aspectos de la vida mortal. La acedía es una fuerza abrumadora que hace que los seres mortales caigan a uno de los más bajos estratos de la existencia: la vacuidad. Los pecadores son llevados por la acedía a no actuar de acuerdo con la moral del deber, perdiendo así el propósito de su existencia. A una persona perezosa no le importa nada, no desea responsabilidades y olvida de forma gradual los estímulos del mundo exterior. No conoce el entusiasmo, el compromiso o el trabajo duro y pierde todas sus pasiones.
La verdadera persona perezosa es aquella que sucumbe a sí misma, quedando paralizada en una cáscara inerte. Es impermeable a las preocupaciones, completamente adicta a la simplificación. Cualquier novedad, incluso positiva, que pudiera hacer más compleja su existencia, o que requiera su atención sobre un tema o decisión, es evitada. La persona perezosa más corrompida es aquella que no actúa ni siquiera cuando la ruina se encuentra a las puertas, viéndola venir sin hacer el más ligero cambio en su vida cotidiana.
Conoce más de este ser, sus poderes y los sectarios que le acompañan en Siete Pecados, el compendio de demonios, sectarios y reliquias, compatible con sistemas SRD5 y ORS. Llena tus mazmorras y partidas de fantasía de demonios.