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El mundo de Dioses y monstruos es indómito, primigenio y, en cierto modo, alegórico. Es el tipo de mundo en el que el sol es, dependiendo de la historia que se esté contando, una esfera de fuego nuclear, un carruaje dorado o simplemente aquello de donde viene la luz. Los lugares salvajes de este mundo son más salvajes que sus equivalentes modernos: las montañas son más robustas, los bosques son más oscuros y enmarañados y el océano es más caprichoso y está plagado de monstruosas criaturas.
La civilización humana toma la forma de poblados dispersos o tribus nómadas, con pequeñas ciudades allí donde la población es lo suficientemente densa como para haber fundado una, trabajando duro para hacer retroceder las fronteras de lo salvaje y tratando de tomar bajo su control algo del mundo que habitan.
La tecnología varía de un lugar a otro. El trabajo del bronce es común y el hierro es lo más innovador; aquellos asentamientos que comercian con el mineral de hierro o lo trabajan están en la vanguardia de la ciencia y la ingeniería y ven cómo fluyen riquezas de todo tipo. La alimentación proviene principalmente de la agricultura a pequeña escala, granjeros que cultivan y crían animales domésticos y cazadores que también aportan su trabajo. El poco excedente de los alimentos normalmente va al herrero local, si es que hay uno, o es intercambiado por útiles de hierro u otras necesidades que se requirieran.
La mayor parte del comercio lo realizan alcuceros itinerantes, que deambulan entre los poblados llevando noticias y diversos útiles sueltos, o bien en el mercado si el vendedor se encuentra lo suficientemente cerca de la ciudad más próxima. El comercio se realiza por medio del trueque, aunque en algunas de las ciudades más grandes se usan los objetos de lujo, como las joyas, como una forma de protomoneda.
La verdad.
Entonces, ¿el sol es una bola de fuego nuclear, un carruaje dorado, un escarabajo muy trabajador de dimensiones apocalípticas, el ojo del Creador o qué?
La respuesta depende de las necesidades de tu juego. El mundo de Dioses y monstruos es un vehículo para contar historias mitológicas; la naturaleza real de las cosas es importante únicamente si afecta a la historia que se está contando. No te preocupes sobre la verdadera naturaleza del sol hasta que alguien pretenda robar aquel dorado carruaje celestial o visitar la corte de fuego que reside en el firmamento. Y desde ese momento, decidas lo que decidas, esa es la verdad en tu juego.
En Dioses y monstruos interpretas a un dios, un núcleo de poder poseedor de forma que camina sobre el mundo. Tanto tú como el resto de personajes jugadores formaréis un panteón, una tenue alianza de dioses en una parte concreta del mundo. Tu supervivencia no depende de la veneración por parte de los mortales, aunque estos representan un útil recurso y una fuente de poder, por lo que a menudo pelearás y realizarás escaramuzas contra panteones que son venerados por comunidades de otros lugares del mundo.
Los dioses de Dioses y monstruos obtienen su forma por medio de su propia identidad, por lo que este juego da cabida a casi cualquier tipo de deidad que puedas imaginar: fuerzas y debilidades sobrehumanas representadas de forma exagerada inspiradas en la mitología griega o vikinga, criaturas monstruosas que los humanos tratan de apaciguar más que venerar, deidades con cabeza de bestia hechas a partir de los fragmentos dejados por otros dioses, criaturas alienígenas situadas en los límites de aquello que es comprensible por los humanos… El concepto es lo primero, después el dios pliega la realidad para que se acomode.
Realizarás actos míticos que reconstruirán el mundo tras tu estela, inspirando historias que serán contadas durante miles de años. Pero tú también eres voluble y cambiarás tu forma y aspecto para ajustarse mejor a la expresión de tu poder. Como si de un río se tratara, tu naturaleza crea un curso a través del cual fluye tu poder. Cuanto más poder ejerzas, más profundo será este curso, tu naturaleza se irá volviendo más y más intensa y, cuanto más profundo sea este canal, más poder serás capaz de ejercer. Pero existe una catarata en el curso de este río: si te vuelves demasiado poderoso, tu conciencia será incapaz de controlar este torrente. El río romperá sus linderos y tu identidad será arrasada por la inundación, dejando tras de sí una poderosa y destructiva expresión de tu propia naturaleza: un monstruo.