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Profundamente incomprendidos por el Concilio y tomados por «pacíficos guerreros», los devotos de la Akashayana Sangha («Orden del Vehículo de Akasha») fortalecen sus cuerpos para cultivar sus mentes y, por extensión, la Esfera Mente, en su búsqueda de la armonía. Y aun así, la armonía a menudo exige conflicto. Al igual que las cuerdas de un instrumento deben ser golpeadas antes de que puedan vibrar de forma armoniosa, también la Hermandad ha tenido que soportar milenios de guerra. En el proceso, los Akashayana redefinieron el Do («el Camino»), la primitiva arte marcial de la que descienden todas las demás.
El Do, no obstante, es más que meras técnicas de guerra. Al abarcar una variedad de prácticas espirituales que van desde ceremonias de té a unión tántrica, el Do concentra la esencia, la forma y las intenciones de una persona. Mediante un firme entrenamiento, el estudiante (o Akashi) desarrolla la concentración que necesita para discernir la insatisfacción esencial del Samsara, el ciclo perpetuo o el flujo de la existencia.
A lo largo de los milenios, incontables maestros (especialmente Gautama Buddha, el Buda) han incorporado elementos del Do en el budismo, el taoísmo, el sintoísmo, el hatha yoga y la medicina popular. Los Akashi han ayudado a construir el templo de Shaolin y Angkor Wat; han derrocado tiranos y sus monasterios se han extendido por toda Asia desde Nepal a las islas Ryūkyū. En tiempos modernos, los ecos de sus enseñanzas se han extendido por todo el mundo.
La popularidad de la cultura de las artes marciales ha llevado a muchos iniciados a la Senda Akáshica; por desgracia, las diversas distracciones del mundo actual hacen de ésta una Senda difícil para todos salvo los aspirantes más dedicados. Hoy en día, los Akashayana se enfrentan a un extraño desafío: sus ancestrales enemigos, los Wu Lung, parecen haber escogido el camino Akáshico. Aunque la Hermandad permanece recelosa ante esta alianza, la ética compasiva de las Tradiciones alienta a los Akashayana a dar una oportunidad a sus viejos rivales. Aunque, para lidiar con esa decisión, algunos dicen que los Akáshicos de hoy en día necesitarán lo que su Tradición rara vez ha valorado y pocas veces cultivado: imaginación.
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