Lucifer, La Estrella de la Mañana, el Emperador
El ser perfecto fue creado y, antes de esto, no existía nada tan bello, poderoso y capaz.
Él podía sobresalir en cualquier cosa que pudiera inspirar a los demás a superar sus límites. Era el portador de la luz y en su cabello se podían ver brillar las estrellas, así como en sus alas abiertas se revelaba el amanecer. Suspendido sobre él, ardía un fuego desconocido: una perla de sabiduría inaccesible a sus iguales porque nadie era su igual. Lucifer conocía las fuerzas de la creación, el mismo nombre del Altísimo. El mito cuenta que él, también conocido como
la Estrella de la Mañana, no solo deseaba reemplazar a su creador sino también sobrepasar su condición, creando un nuevo modelo de divinidad superior, ya que podía ver más allá de la creación, hacia el mar de posibilidades que se extiende hacia lo No Creado.
Así que reunió a varios de sus fieles y desafió a su padre, llevando a cabo una guerra fratricida en la que cayeron miles de criaturas brillantes.
Sin embargo, fue derrotado por un brillante campeón angelical en el cual vibraban todas las bendiciones del Altísimo. Su condena fue caer a los reinos inferiores junto con los traidores que osaron seguirle. Donde una vez hubo su sabia y gentil voz, ahora se encuentra un grito de rabia y maldad, tan elevado que suena como un aullido. En la oscuridad y la decadencia, el Señor de la Soberbia había cambiado de forma, transformándose en la manifestación
de un mal nunca visto.
La Soberbia
Se trata de un pecado de una soberanía falsa sobre todos los aspectos de la vida y la realidad, uno que coloca el mundo entero al servicio del pecador. Es una idea de superioridad, excelencia y magnifi cencia que se empareja de forma pobre con la verdadera fragilidad de todo ser mortal. La reclamación narcisista de ser reconocido como superior a cualquiera y por encima de cualquier ley moral.
Los pecadores impregnados de Soberbia se ven a sí mismos como ilustrados, sabios, fuertes y predestinados a la grandeza. Poco importa que el mundo aún no se haya dado cuenta. El soberbio no reconoce la autoridad y no acepta ninguna subordinación, ni siquiera divina, yendo tan lejos como para renegar de cualquier fuerza que ordene el universo, excepto de sí mismo.
El verdadero soberbio es aquel que no reconoce sus propios errores, que vive en un desprecio cínico hacia los demás y llega a considerarse a sí mismo como una persona recta en un mundo de criaturas falaces y miserables. No ser reconocido como tal empeora la distancia entre la imagen de sí mismo y aquella de los que le rodean. Tanto es así que el pecador, enamorado de sí mismo y de su propio razonamiento, siente que también puede disponer de la vida de los demás.
Conoce más de este ser, sus poderes y los sectarios que le acompañan en Siete Pecados el compendio de demonios, sectarios y reliquias, compatible con sistemas SRD5 y OSR. Llena de demonios tus mazmorras y partidas de fantasía.
