Estampas del Siglo de Oro: La Honra en Villa y Corte

Estampas del Siglo de Oro: La Honra en Villa y Corte

En la época de Villa y Corte un rasgo muy a tener en cuenta es la honra, la medida del honor y la integridad pública de un noble, pues sin honra un título no vale nada, aunque se sea un simple hidalgo de tres al cuarto.

Y aunque, teóricamente, los que no poseían título no tenían honra que defender, en la práctica eran muchos los que se regían por sus normas para demostrar ante el prójimo que no eran menos que nadie (algo que puede llegar a ser motivo de burla entre sus iguales, ya que pretenden ostentar un atributo que no les corresponde).

Es muy fácil deshonrar a una persona (o sea, mancillar su honra), pues ocurre cuando se recibe algún insulto, ya sea leve (como ser mirado con insistencia, ser ignorado en una reunión, etcétera), serio (poner en entredicho de forma pública su buen nombre) o grave (recibir una bofetada, ser acusado públicamente de ser un cobarde, que sus criados sean heridos por otra persona, etcétera). Pero también cabe la posibilidad de deshonrarse a uno mismo si se realizan actos considerados deshonrosos —de los que hay muchos—, aunque los más habituales podían ser galantear a una dama casada o comprometida, acostarse con una mujer a la que se ha jurado proteger, ridiculizar sin motivo a otra persona, insultar públicamente a la familia real o a la Iglesia —algo que, además, está penado por la Santa Inquisición—, dejar embarazada a una mujer y no casarse con ella, emitir un falso testimonio, no pagar una deuda, no ir regularmente a misa, comportarse de forma diferente a lo que dicta el propio sexo o posición o ser infi el a tu marido —el caso contrario, por desgracia, no se considera deshonra—.

En caso de que la honra de una persona se haya visto comprometida debido a un insulto, la única forma de «lavar» la mancha es celebrar un duelo entre el ofensor y el ofendido, cuyas condiciones serán más serias cuanto más grave fuera el insulto (de esta forma, un insulto leve se puede resolver a primera sangre, uno serio supone parar en cuanto se infl ija una herida grave y un insulto grave solo puede solventarse con un duelo a muerte). En los duelos en los que participa al menos un miembro de la nobleza, el ofensor decide las armas, el lugar y la fecha (siempre que sea lo más pronto posible), mientras que el ofendido tiene la opción de aceptar las condiciones impuestas o de negarse a ellas, aunque si lo hace no podrá lavar su honra. En los duelos entre villanos, las normas no son tan estrictas y muchas veces el asunto se resuelve con un «lance a cuchilladas» en cualquier callejón cercano.

En caso de que la diferencia de posición social entre el ofensor y el ofendido sea demasiado evidente, siempre cabe la posibilidad de ignorar el insulto (lo que suelen hacer los plebeyos insultados por nobles o todos aquellos que se ven ofendidos por un miembro de la familia real, pues contra ellos no cabe ni venganza ni protesta), o mandar a otras personas a que solventen el incidente en su nombre (táctica habitual entre nobles que se ven insultados por plebeyos o entre mujeres, a las que la sociedad no permite participar en duelos, aunque es cierto que algunas hubo que acudieron disfrazadas a ellos). Otra opción es que el ofensor pida en ese momento disculpas públicas por lo sucedido y se retracte de sus palabras, aunque el ofendido siempre puede negarse a aceptar las disculpas y exigir el duelo para lavar su honra. En cualquier caso, de nada vale acudir a los tribunales para denunciar un insulto: hacerlo también se considera deshonroso.

En caso de que sea uno mismo el que comete el desliz que mancilla su honra, está claro que un duelo no sirve para resarcir su error, y lo único que le queda es llevar a cabo una acción o hazaña públicas (esto es muy importante) tan respetables que restauren el buen nombre del deshonrado. O dejar, simplemente, que pase el tiempo y se olvide el desliz cometido. De todas formas, hay acciones tan deshonrosas que ni siquiera el tiempo puede restañar y que solo se han podido solucionar con el deshonrado huyendo de la ciudad, enrolándose en el ejército o recluyéndose de por vida en un convento.

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25/09/2023 Nosolorol Ediciones https://www.nosolorol.com/img/nosolorol-ediciones-logo-14727449041.jpg https://www.nosolorol.com/
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