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A la «princesa» Karima Gamila no se le escapan esos detalles. Puede que sea una gnoll, pero es excepcional: inteligente, elegante, atractiva (especialmente para otros gnolls, que caen rendidos a sus pies con tal de conseguir su atención) y astuta. La madre de Karima no creía de ninguna manera que ella fuera una gnoll mortal, sino una especie de hija bestial de Kwansi. Esto asustó tanto a la madre de Karima que abandonó a su hija en vez de compartir su hogar con un dios viviente y huyó al desierto. Karima se vio obligada a volverse independiente e ingeniosa a temprana edad y enseguida se convirtió en una devota adoradora del mismo dios que su madre creyó que era su padre.
Cuando Karima oyó hablar del Ojo Malkingrís, se empezó a interesar más por el tema: buscó noticias y rumores al respecto y habló con todos los que sabían del tema, prestando especial atención a su procedencia. Cosas como esa no aparecen de la nada...
La verdad (que ignora Karima) es muy interesante. El ojo apareció en el río de Arena después de que fuera robado por un humilde ladrón llamado Hakkam-nis-Afirr de la ciudad de Per-Bastet. Este ladrón era un saqueador de tumbas de poco talento que tenía la costumbre de zambullirse en el río en busca de tesoros; un pasatiempo muy peligroso. Bajo la superficie del río Hakkam descubrió la entrada a una tumba de felínidos hacía tiempo olvidada. Mucho antes se la conocía como el Santuario Rugiente, llamado así por los extraños ruidos que entonces reverberaban por la tumba por el roce del río de Arena al avanzar. El santuario estaba «poblado» por los restos no muertos de felínidos fieles a un aspecto perverso de Bastet. Estos no muertos protegían los tesoros sagrados del dios gato, incluyendo el ídolo de Malkingrís, donde se había incrustado originalmente el Ojo de Malkingrís.
La habilidad de Hakkam le permitió entrar y explorar el santuario sin alertar a los guardianes, pero le descubrieron cuando robaba el ídolo. Durante su huida por la tumba se le cayó el objeto y el impacto con el suelo de piedra hizo que el ojo saliera disparado y rebotara hasta la salida. Con los guardianes de la tumba cada vez más cerca, Hakkan miró fijamente los dos elementos (el pesado ídolo de piedra tras él y la pequeña, liviana y obviamente valiosa gema que yacía en su camino hacia la salida) y tomó la decisión más razonable: recogió la joya de camino a la puerta.
Por desgracia, fue su última zambullida, ya que se asfixió en el río de Arena. El ojo se escapó de su puño sin vida y fue a la deriva por la corriente de arena hasta que, finalmente, llegó a la orilla, donde fue encontrado por Raheed wa Moi Matiba al comienzo de la aventura El Gato y el Ratón.