Poco queda del Imperio romano en Italia. Dividida en siete grandes estados (Milán, Venecia, Florencia, Estados Pontificios, Nápoles, icilia y, en menor medida, Génova) más un puñado de territorios menores, la península se puede separar en dos grandes zonas: en el norte, los estados tratan de organizarse en repúblicas, mientras que, en el sur, se decantan por la monarquía, ya sea a modo de teocracia como en los Estados Pontificios o con un rey dependiente de algún modo del Santo Padre (Nápoles) o de la Corona de Aragón (Sicilia).
Señorío de Milán
La familia Visconti gobierna la ciudad y el territorio desde el año 1277. El actual señor de Milán es el arzobispo Giovanni Visconti, que salvó la ciudad de la peste negra al mandar tapiar las tres casas donde se detectaron los primeros casos, dejando encerrados en ellas a sanos, enfermos y muertos. Del mismo modo mandó cerrar las fronteras de sus dominios, decretando pena de muerte a los forasteros, fuera cual fuera su condición. De tal manera la ciudad no se empobreció como hicieron otros territorios vecinos.
República de Venecia
Según la tradición, la ciudad se fundó en el año 421 tras el saqueo de la ciudad de Aquilea los parte de los bárbaros hunos y lombardos. Los supervivientes se refugiaron en la desembocadura del río Po (posteriormente llamado golfo de Venecia), donde fundaron una ciudad lacustre. La cadena de islas e islotes les protegía por mar y, al mismo tiempo, estar en una laguna les protegía de los ataques de la infantería y de, por supuesto, la caballería. Como territorio inexpugnable y, por lo tanto, neutral, comerciaron tanto con los invasores lombardos como con los bizantinos (aunque nominalmente eran vasallos de estos últimos), hasta que en el siglo IX se erigieron en república independiente.
República de Génova
Creada en el año 1096, la República de Génova no está viviendo su mejor momento en 1350. Aunque ha logrado vencer a Pisa, su gran rival en el mar Tirreno, aplastando su flota en la batalla de naval de Meloria (5 de agosto de 1284), prosiguen sus luchas contra los catalanes por el control de Cerdeña, que, aunque nominalmente pertenece de la Corona de Aragón, los genoveses reclaman para sí, azuzando a la población local en contra de los «invasores». No en vano, en la guerra llamada «de los dos Pedros» (Pedro I de Castilla contra Pedro IV de Aragón, 1356-1369), Génova se declarará aliada de los castellanos.
República de Florencia
La República se fundó en 1115, cuando los florentinos decidieron formar una «comuna» (gobierno del pueblo) a la muerte de la marquesa Matilde, la última dirigente de la Marca Toscana. Aunque es una república que ha apartado del poder a los nobles, en la práctica defienden únicamente los intereses de los privilegiados (el llamado «popolo grosso»), lo que, evidentemente, da lugar de tanto en tanto a disturbios civiles (incluida la que se considera la primera huelga de la historia, la de los manufactureros de peinetas en 1345).
Estados Pontificios
A raíz del traslado de la corte papal a la ciudad de Aviñón en 1309, en los Estados Pontificios (las posesiones terrenales controladas directamente por el papado) reina la anarquía: Giovanni di Vico se había erigido en señor de Viterbo; Gentile de Mogliano había hecho lo propio en Fermo, al igual que Ridolfo de Varano en Camerino; Francesco degli Ordelaffi se había hecho con una gran parte de la Romaña; Bernardino y Guido de Polenta se habían adueñado de Rávena y de Cervia respectivamente; Giovanni d’Ollegio mantenía bajo su posesión la ciudad de Bolonia; y el ducado de Spoleto, el marquesado de Ancona y la ciudad de Senigallia, sin haberse declarado abiertamente en rebeldía, se negaban a pagar tributos al Santo Padre. Para poner orden el papa Inocencio VI reclutó un ejército de mercenarios y puso al frente del mismo a un hombre muy capaz, el cardenal Gil Álvarez de Albornoz de Castilla, que había sido arzobispo de Toledo y tenía una amplia experiencia militar: había participado tanto en la batalla del Salado (1340) como en el asedio de Algeciras (1342- 1344).
Reino de Nápoles
En 1254, reivindicando los derechos señoriales del papado sobre el Reino de Nápoles y Sicilia, el papa Clemente IV solicitó la ayuda de Carlos de Anjou, hermano del rey de Francia, al que coronó rex utriusque Siciliae en 1266. En la batalla de Benevento, las tropas angevinas derrotaron a Manfredo de Sicilia, haciéndose con el control del reino. Tras la rebelión de Palermo en 1282 y las guerras contra la Corona de Aragón, la isla de Sicilia quedó en manos de estos últimos mientras Nápoles se erigía como reino independiente. De todos modos, la ambición de los reyes napolitanos ha sido siempre conquistar nuevamente la isla.
Reino de Sicilia
Hace menos de cien años, en 1266, el ejército angevino, mandado por Carlos de Anjou, hermano del rey de Francia Luis IX, derrotó en la batalla de Benevento al rey Manfredo de Sicilia, proclamándose rey de la isla (y de la parte continental que luego sería el Reino de Nápoles). Dos años más tarde remató (nunca mejor dicho) la jugada derrotando en Tagliacozzo a los últimos leales a la monarquía siciliana, liderados por Conradino, el hijo de Manfredo, de quince años de edad, que fue ejecutado como un vulgar traidor. Los angevinos se comportaron como lo que eran: un pueblo invasor. Se establecieron impuestos abusivos y se expropiaron numerosos feudos, que fueron concedidos a nobles franceses. En 1282 estalló una rebelión en Palermo (según la tradición, debido a la violación de una joven por parte de un grupo de soldados franceses) que se extendió a las zonas rurales, contando con el apoyo de muchos nobles sicilianos, que solicitaron la ayuda del rey de la Corona de Aragón, Pedro III, que desembarcó en Trapani al frente de un poderoso ejército (en el que estaban encuadrados los feroces almogávares).
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