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Durante el verano de 1967, la temperatura y las tensiones crecen en la Pequeña Habana. Estados Unidos todavía no ha olvidado lo cerca que estuvo de la aniquilación nuclear a manos de Fidel Castro. Hace dos años, el gobierno cubano declaró que su ciudadanía tenía permiso para marcharse, pero que tendrían que buscarse la vida. La pequeña corriente formada por la élite a favor del capitalismo se convirtió en una riada de inmigrantes, todos ellos desesperados por escapar de la hambruna inducida por el bloqueo comercial impuesto a Cuba. La Guardia Costera de los Estados Unidos está sobrepasada por barcos pesqueros, balsas precarias y otras embarcaciones que viajan al norte del tormentoso estrecho de Florida. A veces, lo único que encuentran son cadáveres abandonados, de ojos vacíos, dirigiendo una mirada ciega y perpetua hacia el sueño capitalista de los Estados Unidos.
Para resolver este problema, el gobierno de los Estados Unidos creó los «Vuelos de la Libertad».Dos veces al día, por la mañana y por la tarde, un vuelo despega de La Habana y aterriza en el Aeropuerto Internacional de Miami, repleto de cubanos que buscan un nuevo hogar entre los norteamericanos. Los pasajeros de los «Vuelos de la Libertad» reciben un trato preferencial por parte del departamento de inmigración debido a los matices de la política de la Guerra Fría, por lo que muchos se convierten en ciudadanos estadounidenses en un plazo de tres años. El gobierno cubano se refiere a estos refugiados como «gusanos» y los acosa, los encarcela y, en ocasiones, los despoja de todas sus pertenencias (incluyendo la ropa que llevan encima) si pretenden abandonar el país. Esta situación no ha evitado que los ciudadanos cubanos se aprovechen de los «Vuelos de la Libertad»; ya hay una lista de espera de unas quinientas mil personas.
Rafael Cruz fue un seguidor de Batista que abandonó el país en 1958, un paso por delante de la revolución. La mayor parte de su familia vino con él, incluso la hermana de su mujer, Novia. Su hijo mayor, Eduardo, se quedó atrás. Eduardo fue a la universidad en La Habana para estudiar Economía, pero descubrió el comunismo. Dejó la carrera y se unió a los revolucionarios de Castro. Rafael no intentó hacer nada para traer a su obstinado hijo con su familia cuando planeó la salida del país.
A los miembros de la familia Cruz les ha ido bien. Rafael se ha hecho un hueco en la Pequeña Habana y ha reunido una pequeña fortuna a partir de los inmigrantes que buscan un hogar. Su segundo hijo, Antón, que ha reemplazado a Eduardo como el mayor y el favorito, está estudiando Medicina. Sus otros hijos acuden a colegios privados, y nadie conoce a la amante de Rafael más allá de la familia. De cara al público, a la familia le está yendo bien en esta nueva vida como estadounidenses.
O les estaba yendo bien hasta que Eduardo llamó desde una cabina telefónica y le dijo a su madre que vendría en julio, en un «Vuelo de la Libertad». Desde entonces, la familia ha estado formando revuelo para tenerlo todo preparado cuando venga; todos excepto Rafael, que se niega a reconocer que su hijo existe. Su frialdad ha provocado tensiones en la familia, pero el amor significa no tener que decir nunca lo siento, ¿verdad?
Lo triste es que Rafael...
La Cena es un escenario de una sola noche presentado en tres actos y pensado para un máximo de cinco jugadores que adoptan el papel de los miembros de la familia Cruz, todos ellos intentando sobrevivir a un emotivo reencuentro.
Taroticum y otros relatos contiene siete aventuras independientes para KULT: Divinidad Perdida, todas diseñadas para que no requieran mucha preparación. Cada una de ellas se desarrolla en diferentes épocas y lugares y exploran distintos aspectos de la mitología de Kult.
Taroticum y otros relatos está dirigido a un público adulto.
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En KULT: Divinidad Perdida, el mundo que nos rodea es mentira. La humanidad está atrapada en una Ilusión. No vemos las enormes ciudades de Metrópolis sobresalir sobre nuestros rascacielos más altos. No oímos los gritos de los sótanos olvidados en los que se esconden escaleras que conducen al Infierno. No olemos la sangre ni la carne quemada de quienes fueron sacrificados a Dioses olvidados largo tiempo ha. Pero algunos de nosotros atisban imágenes tras el velo. Tenemos la extraña sensación de que algo falla: los desvaríos del loco del metro parecen contener un mensaje oculto y, si nos paramos a pensarlo, el huraño vecino con el que nos hemos cruzado en el pasillo no parece ser del todo humano. Descubriendo poco a poco la verdad sobre nuestra prisión, captores y pasados ocultos, podremos despertar finalmente de este perturbador sueño que nos aprisiona y tomar el control de nuestro destino.
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