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Hace algunas semanas se publicó en esta misma web mi artículo Rol y Literatura: ampliando los límites de la narración. Continuando en esta misma línea, quiero reflexionar acerca de si escribir aventuras de rol se puede considerar creación literaria, partiendo también desde la Teoría Literaria.
Bajo esta óptica, hay quienes podrían considerar que una aventura es similar a las obras de teatro. Este punto de vista, aunque interesante y con buen rumbo, sería querer encasillar el rol en un género que no le corresponde, pues comparte ciertas características suyas pero no se limita a ellas. A mi parecer, la comparación del rol con la obra de teatro sólo se puede dar en la parte interpretativa de la narración cooperativa, pero no en toda la obra en sí.
Si revisamos las características principales de los manuales de rol y buscamos puntos en común, podemos hallar varios, concretamente seis: la base otorgada por un libro-manual; la narración cooperativa entre quien dirige y quien/es juega/n; la adaptabilidad frente a cualquier situación; el azar encargado de garantizar cierta incertidumbre para darle un toque más real; la generación de experiencias; y la intertextualidad entre manuales. Para responder a la pregunta de Recio lo mejor es centrarme en aspectos de la primera y la penúltima características, pero poniendo el peso en lo que él destaca: las aventuras de rol, no los manuales.
Todo género literario tiene una serie de subgéneros; cuando hablamos de narrativa podemos referirnos tanto a una novela, como a un relato, como a un cuento. Y asimismo podemos referirnos a una novela negra, a un relato de terror o a un cuento fantástico. La forma en la que se va perfilando más y más una obra escrita varía tanto a raíz de su temática como el contexto en el que se escribe, además de sus características. Nadie duda que un poema dadaísta forme parte del vanguardismo pese a que éste tenga otros movimientos dentro y, a su vez, encaje en el género lírico pese a su poca similitud con una Edda vikinga. El poema dadaísta sigue y seguirá siendo un poema. ¿Por qué? Porque cumple una serie de características generales que se han atribuido al género lírico. Y eso es lo que ocurre con los manuales de rol: constan con las características anteriormente mencionadas que se encargan de regular su propio canon para limitar qué es un manual de rol y qué no. Pero, al mismo tiempo, generan subgéneros dentro del rol: son manuales de reglas, detallan un sistema que les es singular. De esta manera se puede saber claramente que no es lo mismo una aventura para Forbidden Lands que una para Vampiro: La Mascarada o para La novia de Barbazul. El sistema varía, las reglas de juego también, ergo una aventura no puede ser escrita de la misma forma para todos los manuales. Tal como ocurre con los movimientos literarios. Y eso es precisamente lo que hace el manual de rol: se convierte a sí mismo en canon de un subgénero y da las herramientas necesarias para que, quienes quieran crear en y para él, puedan hacerlo sin complicación alguna. Permitiendo escribir obras llamadas “aventuras” que se basan en ellos, pues siguen sus normas para adaptarse a sus sistemas, y los enriquecen. Ya que sin dichas aventuras, los manuales de rol se quedarían como un tipo de guía donde simplemente muestran un mundo junto a sus reglas, casi como una especie de libro informativo.
Por ello puedo afirmar que el rol puede considerarse un género literario propio gracias a quienes se encargan de darle vida creando distintos mundos posibles. Sin olvidar tampoco los puntos medios que surgen de vez en cuando: de la misma forma que los movimientos literarios sufren una transición sin cambiar de la noche a la mañana, lo mismo ocurre con el rol, dando lugar a obras intermedias. Un buen ejemplo sería Dungeons & Dragons y El Resurgir del Dragón; ambos utilizan sistemas similares y si has utilizado uno de ellos sabrás utilizar el otro, aunque su contexto, su mundo y su forma de desarrollar aventuras no sea la misma; comparten parentesco a nivel de reglas pero conforman construcciones distintas.
Y esto nos lleva de cabeza a la generación de experiencias, estrechamente vinculado con el horizonte de expectativas.
Tanto quienes escriben como quienes leen tienen unas ideas preconcebidas de ciertas temáticas. Si te mencionan El Resurgir del Dragón no vas a pensar en lo mismo que cuando te mencionan Cultos Innombrables o Aquelarre; cada tema tiene unos aspectos vinculados: lo que se suele esperar de él. Generando precisamente lo que se denomina como “Horizonte de Expectativas”. Y esto, pese a que cada autoría a la hora de narrar podrá decidir si cumplir dichas expectativas, destruirlas por completo o ir poniéndolas en entredicho de vez en cuando, se verá tremendamente influenciada por la opinión de la mayoría, pues por muy revolucionaria que sea una obra, sin público, ésta caería en el olvido. Por eso cada aventura se verá marcada por lo que se espera del manual en el cual participa.
Así que sí, las aventuras de rol pueden considerarse creaciones literarias debido a lo que expongo, pero justamente porque los manuales de rol lo permiten al conformar un género literario propio que se nutre de sus obras derivadas. Sin las aventuras, no sólo castrarían su vinculación literaria sino también su motivo de ser.