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Y si bien ambos juegos parecen dispares entre sí, yo no siento que sean dos propuestas tan distintas.
En ambos eres tú quien elige modelar el mundo a tu antojo. Los dos invitan a la aventura y facilitan la sensación de maravilla.
Ambos permiten desarrollar una historia conjunta que no solo puede tomar rumbos insospechados, tienen también el poder de crear un vínculo tal entre los jugadores, que su experiencia de juego les permita atesorar momentos inolvidables.
Pero lo más importante, al menos para mí, es que uno y otro evocan eso tan sutil y tan perfecto que nos animaba a construir, y continúa haciéndolo, nuestros mundos imaginarios. Exponen la misma esencia vital que consiente que nuestros juguetes cobren vida. En ambas propuestas recuperamos ese poder que una vez tuvimos volviendo a ser niños una vez más.
Por todo esto, estoy convencida de que en los juegos de rol la palabra se ha hecho un hueco necesario para que se den las condiciones de crear una existencia muy especial, la nuestra. Una que proviene de esa capacidad tan suya de destilar, con nuestra ayuda, la esencia que le da vida a los constructos de nuestra imaginación permitiendo, por un momento, que con un simple chasquido de nuestros dedos seamos capaces de crear la chispa que anima nuestros sueños.
Edanna, autora de Scroll y Magissa