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La sede del gobierno de Vindusan se encuentra en el Templo del Halcón Sol y recae, al menos teóricamente, sobre el líder supremo Varcassian, con el Consejo de las Grandes Casas como organismo consultor. Él es la «voz de Avor», quien interpreta la voluntad del Astro Rey y, por tanto, quien debe gobernar a los elfos libres. Desde la fundación de la ciudad ha sido la misma familia quien ha ocupado el puesto de líder supremo, pues el pueblo confía en ella y los nobles respetan su sabiduría. Su legitimidad se remonta a al momento en el que Farlessian fue aclamado por las tropas Banjora como su líder durante los primeros días del éxodo, y se consolidó cuando, a su muerte, fue su hijo quien optó al cargo y obtuvo la confianza de todos.
Hace cinco años que Varcassian fue nombrado por las Cien Casas, esperando que el joven fuese tan apto como sus honorables predecesores. La ceremonia de proclamación se realizó en el mismo Templo del Halcón Sol ante todos los líderes de la ciudad que, al preguntar los sacerdotes de la Tríada a quién deseaban como líder, proclamaron su nombre.
A día de hoy el gobierno del joven Banjora está siendo puesto en duda, y hay incluso quienes comentan en corrillos que las Cien Casas deberían ocupar el gobierno de Vindusan sin depender de su figura. Esto se debe a que, en la práctica, es el Consejo de las Casas, y en particular los consejeros del líder supremo (que casi siempre forman parte de las mismas), quien gestiona el día a día, ya que el joven Varcassian debe atender numerosos rituales y ceremonias políticas y religiosas a lo largo de la jornada.
Así, el Consejo de las Casas dispone de la máxima influencia, regulando no solo las leyes que ordenan la vida en la ciudad sino la política exterior de Vindusan y hasta el comercio de la sal. Las reuniones del Consejo de las Casas se realizan en las escaleras del Templo del Halcón Sol para que sean vistas por todos los vindusinos que se acerquen al lugar.
En los últimos años las reuniones se han vuelto irritantes, con un tono cada vez más agresivo y desagradable que domina las discusiones sobre el futuro inmediato de la ciudad. Los desacuerdos entre las casas urbanitas y aquellas que moran en el desierto son cada vez más fuertes, y las tensiones con las naciones extranjeras son motivo de discusión constante.
Este Consejo de las Casas lo conforman los representantes de cada una de las Cien Casas, que rigen la mayor parte de la sociedad vindusina, así como los consejeros del líder supremo que deseen hablar o formar parte de la reunión. Por último, aunque no forma parte del protocolo, cualquier figura importante como puede ser un líder militar o religioso, un comerciante especialmente poderoso o un emisario extranjero, es gentilmente invitado a participar y sus aportaciones son tratadas con respeto y responsabilidad por todos.
No es raro que los líderes aúnen sus esfuerzos frente a cualquier amenaza foránea o que disturbe la paz social en la ciudad.
Actualmente existen setenta y siete casas afincadas en Vindusan y veintitrés que viven en el desierto, manteniendo pequeñas delegaciones en la ciudad o desplazándose para participar en las reuniones. Esto genera muchas tensiones, ya que según pasan los años, la identidad y cultura de los Banjora del desierto difiere más y más respecto a la de los urbanitas.
Durante siglos el líder supremo ha sido capaz de mantener unidos y en equilibrio a sus súbditos, pero el actual Varcassian es joven e inexperto en el gobierno y muchos dudan de él. Los Banjora del desierto llevan un lustro proponiendo al joven líder que delegue sus responsabilidades religiosas para que viva unos años entre ellos en las arenas para aprender del desierto, propuesta que siempre ha sido acallada por los voceros de las casas afincadas en Vindusan, lo que alimenta el discurso de los moradores del desierto sobre la corrupción y el abuso de poder sus rivales. Hasta el momento Varcassian se dedica a llamar a la paz, pero la tensión política va en aumento, y si fracasa en el liderazgo de Vindusan o demuestra ser tan débil como se cuenta en el desierto, estará en duda su papel como la «voz de Avor».
Las casas, por su parte, se gobiernan a sí mismas, aunque en realidad la mayoría de sus miembros viven vidas bastante libres y apartadas de la política. Solo en cuestiones realmente importantes, como es la amenaza de una guerra o un asesinato en el seno de la familia, actúan los líderes de las casas sobre sus miembros o el resto de la población. El liderazgo de las grandes casas es también hereditario, aunque los jefes que abusan de su autoridad suelen ser retados por sus parientes. Cuando esto sucede, la jefatura se disputa con una prueba escogida por el retado y, en los casos más graves, por el propio líder supremo. En este último caso es frecuente que el señor de la casa se retire del gobierno para iniciar un periodo de reflexión en algún templo o en el desierto.