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Algunos lugares y situaciones nos obligan a ver la Verdad, queramos o no. Donde los horrores se hacen realidad, como las cámaras de tortura y los antiguos campos de exterminio, la ilusión se hace añicos y vemos a través de la mentira eterna.
Pero no siempre fuimos ignorantes. La humanidad fue divina, una vez. Éramos criaturas tan hermosas como horribles, gobernantes del mundo material, maestros del tiempo y el espacio. Pero fuimos derribados de nuestros tronos y empujados al cautiverio, donde solo somos criaturas extraviadas y andrajosas. El creador de nuestra prisión se llamó a sí mismo el Demiurgo. Su origen sigue siendo desconocido. ¿Era un ser humano que nos llevó al resto de nosotros a vivir de rodillas? ¿Era un Dios de un mundo extraño y distante? ¿O era el creador de todas las cosas?
Con la ayuda de los Arcontes, seres poderosos que formaban parte de Él, el Demiurgo creó diez Principios para encadenarnos. Estos estaban entrelazados en el velo que ahora nos ciega, conocido como la Ilusión. Desde ese momento, nuestros cuerpos debilitados y nuestras mentes adormecidas fueron condenadas a vivir en esta prisión.
Él erigió su trono en nuestra casa primordial, Metrópolis, donde previamente habíamos gobernado desde majestuosas torres. Desde allí el poder del Demiurgo irradiaba a lo largo de toda la Creación. Coros angelicales cantaron los evangelios para su gloria, y los Arcontes erigieron ciudadelas alrededor de la suya, convirtiéndose en partes integrales de su vasto poder.
Esclavos de la ilusión, servimos a su gran diseño, incluso a ciegas, adorando a este ser que nos había condenado a vivir de rodillas. Meras piezas en la maquinaria del Demiurgo, nuestra divinidad le llenó de fortaleza y gloria.
Sin embargo, por alguna razón, eones después, el poder del Demiurgo se detuvo sin previo aviso. Su descomunal maquinaria comenzó a fallar y las almas se empezaron a liberar de su yugo.
Las voluntades de los Arcontes, antaño en perfecto estado de armonía, ahora se volvían en su contra enfrentándose entre ellos. Los mecanismos de relojería que funcionaban perfectamente se desaceleraron y escaparon a su control. ¿Fue este fracaso lo que llevó a la humanidad hacia su lento Despertar? ¿O es que la voluntad humana y nuestra divinidad innata son imposibles de domesticar?
El Demiurgo perdió el control sobre su creación. En el corazón de Metrópolis, el poder que emana de su ciudadela comenzó a vacilar. En lugar de girar en torno a su presencia, todo colapsó en un vacío inquietante. La ciudadela del demiurgo había muerto. Incluso el recuerdo del Demiurgo se desvaneció, como si el tiempo mismo borrara su existencia. Fue olvidado, como algo antinatural.
La humanidad comenzó a buscar sus propias verdades. Los principios ya no podían atarnos. Las religiones fueron abandonadas y la ciencia se levantó para que pudiéramos recrear subconscientemente nuestro hogar primordial.
Entonces, un día, la Ciudadela del Demiurgo desapareció totalmente de Metrópolis. En aquel lugar solo quedó un abismal precipicio, que caía a la nada misma.
KULT: Divinidad Perdida es una nueva edición del conocido y aclamado juego de rol de terror contemporáneo Kult, que se publicó originalmente hace más de un cuarto de siglo, en 1991. Esta nueva versión del juego cuenta con un reglamento moderno y una ambientación actualizada al presente.
Escapa de tus pesadillas, haz pactos con demonios e intenta conservar la vida en un mundo lleno de dolor, tortura y muerte.