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En anteriores noticias os presentamos este Tokio 2038 para Malefic Time: Plenilunio y hablamos sobre La Caída, pero ¿cuál es la situación actual de la ciudad? Vamos a verlo en este resumen de la situación en el transcurso de los años desde el 2033 hasta el 2038 actual.
Tokio tenía un ritmo particular. Recuerdo los años en los que me adentraba en las avenidas repletas de gente cuya vida latía al son de una ciudad que nunca dormía. Hoy día la modernidad del mundo antiguo se mezcla con el misticismo. Los neones se han apagado y solo queda la fría bruma de un pasado glorioso, como si el mundo se hubiese quedado atrapado en el tiempo. Empiezo a pensar que jamás volveré a ver algo como aquello antes de que los shinigami lleven mi alma a la otra vida.
—Extracto del diario del capitán Jones Barrows
Cualquier reliquia de control social ha desaparecido. Los estamentos del gobierno se han desmoronado poco a poco. La policía y el ejército han perdido a sus efectivos y las bandas se han visto recompensadas con la inclusión de las fuerzas entrenadas que en otra época habían protegido a la sociedad. Los japoneses han hecho lo que siempre hicieron: establecer relaciones jerárquicas funcionales y blindarse a lo externo, manteniendo las distancias entre los distritos supervivientes. «Unidos somos más fuertes», pero nuestros vecinos también y eso los hace peligrosos. El más mínimo cambio podría destruir el frágil statu quo que mantiene los engranajes en funcionamiento.
Tokio se ha mantenido en pie casi por completo. Al contrario que en otras ciudades, como Nueva York o Madrid, sus edificios y calles siguen en pie, al menos en su mayor parte. Hay barricadas bloqueando algunos barrios del exterior, pero aun así resisten. Nadie quiere que los gaki campen a sus anchas: eso es posiblemente lo único en lo que todo el mundo se pone de acuerdo.
Entre las ruinas, las bandas han formado núcleos de población cada vez más estables. Los habitantes siguen realizando sus ritos, rezando a sus dioses y creando una cultura propia en constante evolución, introspectiva, silenciosa y sobrescrita por el ocultismo. Su estoicidad se ha convertido en ostracismo. La interacción es cada vez más difícil, lo que ha hecho que la mayoría prefiera no salir de su zona de confort. Después de todo, a nadie le gusta que le peguen un tiro o le atraviesen el estómago con una daga herrumbrosa.
¿Qué pasa con los extranjeros? Tras la Segunda Guerra Mundial, muchas de las islas niponas quedaron bajo control estadounidense y, tras los sucesos de las guerras estatales de hace unos años, todavía no queda muy claro qué pasó con los efectivos desplegados allí. Cierto es que Japón nunca ha sido demasiado abierto con los extraños y, aunque sintieron curiosidad por lo que había fuera, ahora eso ha quedado olvidado.
El occidental es considerado un «demonio yanqui» por algunos, tal vez causante de la destrucción que se ha cernido sobre el mundo.
Los visitantes se han vuelto inusuales, convirtiendo la ciudad en un pobre reflejo de la diversidad que tuvo antes de la Caída. Los grandes avances tecnológicos y la excelencia gastronómica de los que hacía alarde internacional la sociedad nipona se han perdido. La urbe está dominada por el silencio, la violencia y el miedo.
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