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Después de la Guerra de la Cruz, sin embargo, Eisen quedó devastada. Los campos quedaron reducidos a barro, ya no se podía pagar a las guarniciones y los barcos mercantes podían ignorar cualquier intento de Eisen por cobrar peaje.
La gente de Eisen siempre ha sido orgullosa. Están orgullosos de que sus ancestros forjaran el imperio de la Iglesia vaticana para el Hierofante y de que este durara cientos de años. Están orgullosos de que su pasado sea una serie de hazañas valerosas una detrás de otra. Con el estado en que se encuentra su país hoy en día, se les podría perdonar que intenten vivir en el pasado. Están orgullosos de no tener magia, salvo la que crean con su propio sudor y sangre…
… y luego vinieron los Horrores.
Empezaron a aparecer al final de la guerra, pero cuando esta se terminó, llegaron cientos de ellos. Un terrible aullido en el bosque iluminado por la luna… La pálida condesa que vive a oscuras en lo alto de la colina… El inventor loco que trabaja con cadáveres en su castillo en ruinas… No era suficiente con que Eisen sobreviviera a la Guerra de la Cruz. Ahora sus habitantes deben sobrevivir a lo que ese derramamiento de sangre y esas muertes convocaron.
El sol de Eisen ha salido y se ha puesto una vez más. Ahora es una tierra solitaria de barro y nieve y los viajeros están bien prevenidos para que contraten una guardia armada.
Pero con todo eso de que Eisen es una nación devastada, muchos han pasado por alto el hecho de que no toda su gente parece devastada. Alguna gente solo parece enfadada. Eisen tiene una larga historia de resurgir de los desastres, y cuanto mayor es el desastre, mayor es su resurgir. Ahora mismo, la nación está desestructurada y es un lugar desapacible, maldito y carcomido, pero al final desvanecerá los Horrores. Unificará a su gente. Y será una nación unida. La tierra no es tan bonita como Ávalon ni su nobleza es tan digna como la de Montaigne, pero son personas orgullosas que no dejarán que un poco de barro y sangre manche su dignidad.
La gente que dice que no hay belleza en Eisen no sabe dónde buscarla. Eisen alberga historias de osadía desesperada, donde no se usan palabras como «héroe» o «coraje» a menos que lo sientas. Más que ninguna otra nación, Eisen ha aprendido la importancia de la unidad nacional, principalmente porque se les arrancó en nombre de la religión. La Guerra de la Cruz no empezó con Eisen enfrentándose a los montaigneses o castellanos, empezó con los vaticanos eisenos enfrentándose a los objecionistas eisenos.
Sin embargo, después de toda la sangre que se ha derramado y todas las ciudades que han quedado reducidas a cenizas, quedó claro que simplemente se trataba de Eisen matando a Eisen.
Debido a este desacuerdo interno, ahora el resto de Théah mira a los eisenos con un leve desdén. Sin embargo, sus habilidades en el campo de batalla siguen siendo superiores a las del resto de théanos; incluso el poderoso General Montegue de Montaigne tiene un sargento eiseno como consejero. Al igual que cualquier otra nación en Théah, Eisen se encuentra en una encrucijada. Las personas más importantes son sus príncipes, quienes deben ser la fuerza unificadora que necesita la nación.
El príncipe que se gane la fe del pueblo determinará qué papel representará la nación en el teatro de la política mundial durante los siguientes doscientos años.
Théah está a punto de adentrarse en el camino que Eisen ha estado siguiendo durante tres décadas. Está a punto de darse cuenta de que el orgullo nacional puede unificar a la gente más de lo que nunca podrá hacerlo la religión. Los eisenos ya están ahí. Y se están levantando de nuevo.
Pero por ahora, Eisen es un maldito desastre. La gente lo sabe y no le gusta que se lo recuerden. Es como entrar en casa de alguien y decir: «Qué pena». Los eisenos se pueden quejar sobre su país, pero siguen amándolo. Un montaignés que se adentre en una aldea y diga algo desdeñoso sobre la tierra acabará cubierto de alquitrán y plumas al final del día.
Hace treinta años, había veinticuatro millones de habitantes en Eisen. Hoy hay diez millones. Casi seis millones han huido a otros países. El resto están muertos. La mayoría no murieron en la batalla, sino de hambre, de plagas que propagaron los cadáveres en descomposición y… de Cosas.
Esto ha convertido a los eisenos en una gente lúgubre y destrozada. Las familias se han roto por la muerte, la enfermedad y las incursiones a lo largo de los años, dejando a muchos solos en el mundo. Algunos se han sumido en una catatonia en lugar de hacer frente al horror. Otros han cogido la botella para ahogar su dolor. Incluso aquellos eisenos que no muestran signos externos de la Guerra de la Cruz son propensos a explotar de rabia sin previo aviso. Puede que estas cicatrices tarden generaciones en curarse.
7º Mar es un juego de rol de espadachines, intrigas, exploración y aventura que tiene lugar en el continente de Théah, una tierra mágica y misteriosa inspirada en nuestra propia Europa del siglo xvii. Los personajes asumen el papel de héroes inmersos en conspiraciones internacionales y maquinaciones siniestras, héroes que protegen a los verdaderos reyes y reinas de Théah de malvados asesinos y que exploran antiguas ruinas de una raza desaparecida hace mucho.
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