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Los nimblekins son unos diminutos duendecillos mofletudos que viven escondidos tras las paredes, bajo el suelo, en los sótanos y buhardillas… Tienen ojos como de gato, de colores vivos y brillantes, que les permiten ver perfectamente por la noche, aunque no en la oscuridad total, las orejas puntiagudas, los dientes delanteros largos como los de los ratones, y largas melenas también de muchos colores. Los ancianos suelen tener largas barbas blancas, las cejas muy velludas… y son calvos. Los nimblekins de campo lucen largos bigotes retorcidos, mientras que los nobles suelen tener unos pequeños cuernos en la cabeza, mayores cuanto más insigne es su linaje. Por lo demás, son como personitas pequeñas, el doble de altas que una peonza. Eso sí, tienen cola. Una cola acabada en una mata de pelo tan larga como ellos, con la que pueden agarrar pequeños objetos y sujetarse cuando trepan. Estos duendecillos apenas necesitan dormir o descansar y, aunque comen alimentos humanos, en realidad es la ambrosía contenida en estos la que los nutre.
Estos seres aparecen en muchos cuentos y se les llama de muchas formas: brownies, heinzelmännchen, minairons, urisk, hobs, tomtenisses… pero ellos prefieren el nombre de nimblekins, y como para ellos los nombres son importantes, es mejor no hacerlos enfadar. Pueden vivir en cualquier sitio: los hay en el campo, en la ciudad…, y siempre ayudan secretamente a los humanos a los que consideran amigos. Son muy trabajadores, y, como cuentan las historias, por la noche terminan la faena que las personas dejamos por hacer. Aunque son pequeños, son muchos, y saben hacer magia. Nadie les ha visto porque se esconden de los humanos. Tienen prohibido darse a conocer… y además, quienes no quieren verlos, quienes no creen en su existencia, simplemente miran hacia otro lado en el momento oportuno: esa es parte de su magia.
El Secreto de los Nimblekins es la ganadora del concurso de aventuras autojugables con el sistema Hitos y está ambientada a finales de la Segunda Guerra Mundial, en una realidad alternativa donde la magia y los cuentos de hadas son ciertos, donde los seres mágicos del folklore popular existen realmente y tratan de adaptarse a un mundo arrasado por las guerras del hombre.
Esta aventura no está pensada para un público infantil; jugarla, incluso entre adultos, requiere tacto por parte tanto de los jugadores como del director de juego, y debe abordarse con responsabilidad y madurez. El director de juego es libre de aprovechar algunos de los elementos presentados para construir sus propias historias infantiles, desvinculándolas de esta temática, o eliminar aquellos aspectos de la narración cuya crudeza considere inadecuada para su grupo de juego si lo estima adecuado. Debe tenerse en cuenta que la naturaleza feérica de los nimblekins se emplea aquí no como un componente destinado a suavizar la oscura realidad histórica del escenario, sino con el propósito contrario, como un elemento de contraste con el que resaltar dichas atrocidades. Este es un cuento de hadas a la vieja usanza, en el que la fantasía y el terror se combinan para enseñarnos una lección que a nadie conviene olvidar.